Aquí estoy extrañando esa felicidad tan efímera que me diste, no puedo siquiera pronunciar tu nombre sin evocar la soledad y ser invadido de ese brutal sentimiento que me cala hasta en los huesos.
Podría destrozar mis labios y así deshacerme de todos esos besos que me diste, podría incluso arrancarme la piel y borrar tus caricias porque lo que antes parecían suaves manos ahora me recuerdan a lijas que me desgarran lentamente.
Puedo recitar de memoria tus poemas favoritos de Benedetti y provocarme asco a mi mismo por poder hacerlo. He tratado de olvidarte tantas veces pero son demasiadas canciones, demasiados lugares y una infinidad de poemas en los cuales apareces.
Realmente es jodido cuando las cosas que te desagradan de una persona son las que más terminas extrañando como tu risa por ejemplo. Esa cosa que me parecía tan vulgar ahora resuena en mi mente como si rondaras en ella.
Podría decirte exactamente el vestido que usabas el día que te marchaste y como todos los días a la misma hora creo verte sonreirme en aquel viejo sillón dónde pasabamos juntos.